Se miró al espejo para comprobar que el gorro gris de lana le había quedado bien puesto. Se envolvió el cuello con la bufanda a juego, se cubrió con el abrigo negro y ya sólo le faltaba enfundarse los guantes —que se los puso después de cerrar la puerta con llave— para estar lista y salir a la calle a combatir el frío infernal sin quedar helada.
En el exterior, el frío se hacía notar y calaba en los huesos por más abrigado que se fuera. No se entretuvo más a sentir como el frío acariciaba sus mejillas y se puso a andar en dirección a las calles más céntricas en busca de un regalo.
Cada año le hacía un regalo hecho por ella misma a una amiga, pero este año no había tenido tiempo y había decidió gastar esa tarde en un buen paseo por las calles y las tiendas en busca de algún regalo perfecto.
Antes de empezar su búsqueda se detuvo en una papelería a comprar unos bolígrafos que necesitaba y mientras esperaba que le atendieran, encima del mostrador, vio unas simpáticas postales navideñas y no dudó en comprar una para adjuntarla al regalo.
Las calles principales estaban repletas de hombres, mujeres y niños de todas las edades ultimando las compras navideñas. Todos iban igual de abrigados y con el mismo propósito: encontrar el regalo perfecto para la persona en cuestión. Las tiendas estaban repletas de clientes esperando su turno para pagar y envolver el regalo con un brillante papel y un gran lazo en la parte superior; otros tan sólo miraban porque no tenían ni la menor idea de que regalar; los niños se pegaban a los escaparates de juguetes e insistían a sus padres que juguete quería que Santa Claus le trajese; las mujeres se detenían ante los escaparates de ropa y en de las joyerías, indicándole a su pareja que par de pendientes o que brazalete más bonitos había ahí expuestos.
La chica no era distinta a los demás. Para ver que podía regalar, se detenía ante los escaparates de ropa, en las joyerías, en las librerías, tiendas de música e incluso en la de los juguetes, recordando sus años de infancia en que le pedía a sus padres que muñeca quería.
Llevaba ya un buen rato dando vueltas por las calles y las tiendas y lo único que había encontrado era una felicitación de Navidad. Había mirado bolsos, pero no daba con el perfecto ya que si uno tenía una cosa, el otro no la tenía y todos tenían alguna cosa en contra. También había pensado en un anillo, porque sabía que le encantaban, pero no sabía exactamente que talla de dedo tenía y no quería arriesgarse. Libros ya ni tan siquiera los contemplaba porque no le gustaba leer. Las tiendas de música también habían sido una opción, pero sabía que su amiga escuchaba la música por internet y tampoco había ningún cd nuevo en el mercado que ella quisiese. Había acabado optando por un conjunto de gorro, bufanda y guantes porque en esa época del año le daría un muy buen uso. Se decidió por el último, aunque no muy convencida. Todo eran regalos aptos, pero no veía ninguno que fuera para ella. Quería un regalo especial y de las muchas ideas que había tenido ninguno lo era.
Mientras buscaba una tienda donde comprar los complementos, se detuvo frente a una pastelería que le llamó la atención la decoración navideña que tenían y se fijó en unas galletitas con forma de muñeco de nieve, de árbol de navidad y de estrella que le llevó a pensar que aún estaba a tiempo de hacerle un regalo manual como siempre le había hecho. Le gustaba cocinar y podía hacerle unas ricas galletas. Era un regalo efímero, pero era hecho por ella e igual de especial que el de las Navidades anteriores. Esas galletas no pasarían del día que le diera el regalo, pero sentía que para ella era más importante pasar el día con su amiga y hacerla disfrutar de un buen día que el regalo que le hacía.
No lo dudó más. Descartó la idea de comprarle una bufanda y se fue a comprar los ingredientes necesarios para ir a casa y ponerse manos a la obra con las galletas.