¿Hoy es San Valentín?

 

Claire se encontraba bien acomodada en el sofá leyendo un libro y acurrucada bajo la manta para no acabar helada. Era tarde de relax y nada como pasarla leyendo un buen rato. Su marido estaba trabajando, su hijo estaba en casa de sus padres y hasta la hora de la cena estaría sola. Además, la cena estaba en el horno cocinándose y sólo le faltaba arreglarse para pasar una bonita velada bajo la luz de las velas para terminar de celebrar el día de los enamorados.

Llamaron al timbre y a pesar de lo bien que se encontraba en el sofá, no tuvo más remedio que levantarse a ir a ver quien era la visita que le interrumpía su momento de descanso.

—¡Hola Rochelle! Al final has venido

—Sí, para lo que tengo que hacer… puedo tomarme un café contigo. ¿Por qué tienes café?

—¿Sé os ha terminado en casa? —se rió Claire dejándola pasar en casa—. Porque parece que tengas mono.

—Mi cuerpo me pide una buena taza de café.

Como si estuviera en su propia casa, Rochelle entró dejó el bolso y el abrigo en los sillones que había en la entrada y se adentró hasta el salón para tomar asiento en el sofá de casa de su hermana.

—Veo que he roto tu momento de lectura… Espero que sepas perdonarme —Rochelle sabía cuánto adoraba su hermana los momentos de sofá, manta y libro—. ¿Interesante?

—Pues tan sólo llevo un par de páginas, así que no te sabría decir —le contestó desde la cocina atareada ya con los cafés.

Mientras Rochelle se acomodaba en el sofá, Claire estaba en la cocina preparando dos cafés para  acabar de pasar la tarde junto con su hermana charlando de lo que fuese. Entre ellas, el tema más trivial era suficiente para tener una excusa para tomar pasar un buen rato juntas. Claire abrió un paquete de galletas para que el café no fuese tan soso y con un par de viajes, lo llevó todo al salón dejándolo encima de la mesita auxiliar. Se sentó.

—¿Te parece interesante el libro? —acabó preguntándole a Rochelle al ver que lo había ojeado todo.

—Por el título sí, pero no te sabría decir.

—Cuando me lo haya leído, sí es interesante ya te lo dejaré

—Muchas grácias, pero no tengo tiempo de leer —dejó el libro a un lado del sofá. Cogió el azúcar se lo echo en el café y con la cucharita empezó a remover—. Con el trabajo y  el niño, llevo una temporada que no tengo tiempo a mucho más y los ratos libres que tengo prefiero dedicarlos a otras cosas, la verdad.

—A veces pasa, no te creas que cada día tengo tiempo para leer —Claire se levantó con una galleta en la mano camino de la cocina— con el niño, la casa y el trabajo hay días que no me queda tiempo para leer.

Salió de la cocina con una caja grande de bombones y la dejó en la mesita para compartirlos con su hermana.

—Coje uno y veras como se te pasan los problemas de hoy.

—¿Y eso? —Rochelle preguntó por la caja de bombones después de coger uno de chocolate blanco con forma de corazón.

—¡Día de San Valentín, me los ha regalado mi chico! —dijo con mucho ilusión.

—¿Pero hoy es San Valentín? —se burló irónicamente.

—Ya veo que no te han regalado nada.

—Es que directamente ni se ha acordado del día y nunca lo había hecho.

—Aún no ha terminado el día, no te preocupes. Seguro que algún detalle te hará.

—Nunca se había olvidado de felicitarme el San Valentin por la mañana.

—El trabajo también lo estresa —lo defendía Claire— seguro que cuando llegues a casa tendrá algún detallito para ti.

—No sé… —dijo con la esperanza perdida en su marido.

—No seas tan dura con él…

Claire se disculpó y se fue a la cocina a comprobar que la cena en el horno no corría ningún peligro de quedar quemada. Todavía podía estar un buen rato más. El asado tardaba un buen rato en quedar bien cocido. Desde la cocina oyó que su hermana recibía un mensaje en el móvil.

—¿Del trabajo? Ni hoy no te deja libre el señor.

—No, no es del trabajo.

Claire después de comprobar la cena, volvió al salón con su hermana.

—Te ha llegado un mensaje —le informó Rochelle a su hermana.

—¿A mí? Pero si no he oído mi móvil

—No, al mío. Toma —y le entregó su móvil.

Claire lo cogió y se leyó el último mensaje recibido que decía así:

Cuando quiera tu hermana ya puede ir a casa. Ya está todo listo.

Se le quedó la boca abierta y sin palabras. No sabía que decirle a su hermana para disculpar ese error y también engaño. Ella sólo quería que la tierra la tragara o que el tiempo volviera a atrás.

—Esto tenía que ser una sorpresa para que cuando llegaras a casa te lo encontraras todo preparado para celebrar el día de los enamorados —suspiró negando con la cabeza.

—Tu marido creo que se ha equivocado a la hora de enviarlo.

—¡Cuando llegue me va a oír! —dijo algo molesta—. Hazme un favor, ¿quieres?

—Dime.

—Cuando llegues a casa finge sorpresa e ilusión.

—Sin duda. No le romperé la ilusión con todo todo lo que debe de haber trabajo para preparar la velada. Pero, mi cuñado me va a oir cuando lo vea… —lo amenazó.

—No te preocupes por él, ¡cuando llegue me ocuparé!

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